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2004-05-22

Teotihuacan, ciudad de los Dioses

Mayas y Zapotecas. Quizás fueron ellos los que más disfrutaron de esta ciudad cosmopolita, que acogía tanto a personas de Oaxaca como de Yucatán, Tajín, Cholula ó Xochicalco. Teotihuacán entonces se exhibía con sus más de 100 mil habitantes y 20 kms cuadrados, resultado de una cultura que a lo largo de 9 siglos se fue forjando desde los 200 ac hasta llegar a su cumbre en el siglo VII.
Más tarde florecería la ciudadela con más de 160 kms cuadrados y el famoso Templo de Quetzalcoatl, quizás el más glorioso y reputado de todo Teotihuacan.

Y como diría Ismael Serrano, y sin pretender corregirlo, ‘si antes morían en Vietnam, ayer morían en Bosnia y ahora lo hacen en Bagdad’, deberíamos añadir que también morían en Teotihuacan. Lo perdonable de esta calamidad es que no la hemos inventado nosotros gente moderna, la aprendimos de nuestros mayores y lo peor de todo, es que la seguimos fomentando y enseñando a nuestros menores.
Tanta gente y muchas guerras hasta que Teotihuacan contando más muertos que habitantes acabó siendo una urbe semidesierta, que poco a poco, a través de los Toltecas recuperó en parte su apodo de Ciudad de los Dioses.

Si Teotihuacan alcanzó ese rango de Ciudad de los Dioses, lo debió a más de 1000 años de historia marcada por las batallas y tiempos de opulencia, dejando a su paso plazas y pirámides de proporciones abrumadoras, que rodeaban la Calzada Central llamada Calzada de los Muertos, hablo de la pirámide del Sol y de la pirámide de la Luna.
Paseando por esa ciudad y respirando ese mundo tan espiritual que liberan las pirámides, es inevitable reflexionar sobre lo asombroso que ha podido llegar a ser esa civilización y sobre lo desolador que puede llegar a ser el hombre a través de las guerras. Y de ahí la pregunta: ¿no nos sobran ejemplos?
Miguel Habana.

2004-05-21

San Miguel el Grande



De nuevo me auto invito en vuestra privacidad, pero simplemente a través de algunas palabras, que por mucho que las intente hermosear, no podrán dejar entrever nunca las emociones del caminante que me he vuelto.
Con permiso. Y con perdón, durante estos últimos tiempos se me han ido agotando todas las horas del reloj.

Cuando Ignacio Aldama, famoso insurgente mexicano allá por la década de los 10, hablo del siglo 19, se unió a los diversos independentistas con el fin de iniciar la conspirada lucha, lucha eterna contra los realistas españoles, no tuvo ningún reparo en aliarse y ser el mariscal de campo de las tropas que lideraba entonces el cura Miguel Hidalgo. Septiembre 1810, nace la revolución insurgente y rápidamente se apodera de San Miguel el Grande, que pronto tomaría el nombre del personaje que a punto estuvo de tomar la ciudad de México, Ignacio Allende. De ser así, hubiera sido el fin de la realeza española, quizás de la guitarra española de los mariachis, y de todos los asturianos y vascos que de seguida emigrarían hacia este país. Tanto Ignacio Aldama, como Miguel Hidalgo e Ignacio Allende acabarían de otra forma, dejando simplemente, y que más pedir!, apodo a diversas poblaciones del país.

Pasearte por San Miguel de Allende es como retroceder unos años atrás, quizás algunos más, tanto dominan las mansiones antiguas, los patios llenos de flores y las calles empedradas. San Miguel es sin duda alguna, una de las ciudades coloniales más bonitas de México, y entre el paseo desde la Catedral iluminada de la Plaza Central hasta el Mercadillo de Artesanías simplemente son cientos de caras distintas, desde los millonarios americanos que se han apoderado del pueblo hasta los locales, dueños de los mercadillos repletos de artesanía, muñecas, plata, que siguen hablando en su idioma materno. También son decenas de casas coloniales, de calles estrechas, de tiendas de recuerdos. Y también son algunas sonrisas hechas al turista por la heredada amabilidad de los mexicanos con los extranjeros, y como no! por la amable invitación a comprar algún producto. Y también son dos sonrisas sinceras de cuatro angelitos, amigas y hermanas, que descubrieron en mi cámara digital una especie de espejo dónde un segundo después se podían ver reflejadas. Me quedaré con esas.

La noche nos deleitó de un espectáculo extraño, mezclado con mariachis, con grupos funky, y un ambiente muy acogedor dentro de un espacio que él, a pesar de las notas de música, sigue con su colonialismo. Podéis imaginar la mezcla! Explosiva.
Me dejo llevar a imaginar lo que me espera a finales de septiembre, cuando todo San Miguel se suelte a la calle, paisanos y toros, para celebrar a la manera pamplonesa, la San Miguelada. Pero todo eso será una nueva historia...

Miguel Habana.